Creo que después de dos años sin colegio, ya puedo atreverme a hablar sobre la famosa pregunta que todos hacen
¿Y la socialización? Y es que aunque había leído mucho sobre lo inquietante que resulta el tema para los que no conocen esta opción de educación, cuando tomamos la decisión de sacar a nuestros hijos del colegio, eso no me preocupaba tanto.
Ahora puedo ver los cambios en mis hijos, sus progresos en el trato con los demás, y pienso que lo mejor que le pudo haber pasado a su "socialización" fue desarrollarla fuera del colegio, más en el mundo real.
Mis dos hijos mayores siempre han sido muy tímidos, especialmente con los adultos, pues con niños que acaban de conocer se integran fácilmente y pronto están jugando juntos, claro, ahora más que antes y además ahora importa menos si son o no niños de su misma edad o sexo.
El hecho de no ir al colegio hace que se relacionen con los adultos que los rodean de otra manera, desde otra perspectiva diferente a la de profesor-alumno, en la que existe una figura de poder y otra de sumisión y obediencia, a veces de temor. Esta relación puede dañar la autoestima y la imagen propia de un niño tímido o sensible, como le pasó a uno de los míos, pero eso sí, ante sus cambios de comportamiento todas las profesoras coincidieron en culparme a mí y a mi embarazo.... como si construir una familia fuera hacerle un daño a los hijos que ya tenía!!! Ahora ese niño que hace dos años se veía triste, sonreía poco, y miraba al piso cuando estaba frente a un adulto diferente a sus padres, se ha convertido en un niño que es amigo de todos los demás niños en el barrio, de todas las edades, es un niño justo que no interviene en peleas o discusiones sólo por tomar partido, es amable con los pequeñitos y no se deja intimidar por los más grandes y todos lo buscan todo el día para jugar con él. Con los adultos todavía le cuesta, si le hablan me mira como pidiendo ayuda, pero al menos saluda y se despide cosa que antes no hacía. Lo difícil de su proceso me hace ver la profundidad del daño sufrido. También debo admitir que la manera en que traté a mis primeros hijos en sus primeros años, ahora no me parece la más adecuada, y tal vez yo también tenga una gran culpa de su sufrimiento, pero aunque podría simplemente disculparme por mi inmadurez, prefiero admitirlo y seguir buscando maneras de aumentarle su confianza y mejorarle su autoestima.
Mi hija mayor acaba de cumplir los doce años y no hay nada que me tranquilice más que saber que está viviendo el final de su infancia a su propio ritmo, sin presiones externas, sin afanes de novios, besos y otros temas que ahora las niñas manejan desde esta edad o incluso desde antes.
Yo sé que todo irá llegando a su debido tiempo, pero me alegra ver que todavía piensa en cuál disfraz va a usar para el próximo halloween en lugar de buscar la falda más cortica para verse sexy. (repito, sé que llegaremos a eso, pero todavía no es momento). En ella todavía falta trabajar un poco más la seguridad, la autonomía, el no dejarse presionar por lo demás y defender sus ideas y deseos propios, pero puedo ver que nota las diferencias entre los comportamientos de sus amigas y puede juzgar y opinar según su propio criterio y aprender de lo que le gusta y de lo que no.
Mis dos hijos menores son afortunados, les tocó una mamá distinta, más consciente, más respetuosa, ellos me han enseñado y todos ganamos. Por eso, saber que no van a recibir ni un poquito de todas las influencias que se derivan del colegio, me asegura que no van a perder esa luz, esa espontaneidad que tanto me falta a mí misma y admiro en ellos, que son cariñosos y sobre todo libres y no conocen otra manera de ser.
Esto es todo lo que tengo para decir sobre el tema, casi nada verdad?